Cómo sucedió...


“Ella talló unas raíces, un
tronco y sus ramas. Él pintó sus hojas y les dio el color y el brillo adecuado.
Entre los dos dibujaron sus frutos.”


Dani Luceniggia y María Carmona,
“El Chupi Literario” y “Disparando a fuego amigo”, dos amigos con un interés y
una pasión común: escribir y entretener. Dos estilos distintos de contar
historias que se han unido en este experimento llamado FUEGO LITERARIO donde
pondrán en común sus ideas y su trabajo.

BIENVENIDOS


lunes, 19 de septiembre de 2016

EL PUERCO. Parte II.

El asesino.

“El Puerco”, ese ser a medio camino entre un homínido y un auténtico cerdo, se encontraba despanzurrado en el sofá. Entrecerraba los ojos, dejándose llevar por el regusto amargoso de su propia saliva y el ruido intermitente que salía de la tele.

Una insistente llamada al timbre lo sacó de su letargo. De pronto recordó que ella no estaba, recordó lo que había pasado, recordó el enorme placer que le producía. Tanto que notó una erección debajo del pantalón mugriento. Sin dudarlo, se echó la mano a la entrepierna y comenzó a meneársela con deleite.

-          Era la cuarta vez que intentábamos entrar en aquella casa.  Nunca lo habíamos logrado. Aquel día, la televisión a todo volumen nos permitía oír claramente cómo El Puerco iba cambiando de un canal a otro, de un partido de futbol a una película de guerra; de la edición estadounidense de la ruleta de la fortuna a una película porno. Cuanto más golpeábamos la puerta, más llamábamos al timbre y más gritábamos aquello de “Policía, abra la puerta” más aumentaba él progresivamente el volumen de la televisión, hasta el punto en el que los disparos de la película que había sintonizado parecieran estarse sucediendo a tiempo real dentro del domicilio. Yo miré a Héctor, esperando ansioso a que diera la puta señal al grupo para echar la puerta abajo. Pero no lo hizo. El maldito niñato se limitaba a sostener su pistola con dos manos temblorosas a punto de desmontarse. Apuntaba al suelo. Era incapaz de dar la orden. Así que, con gesto firme y seguro, hice una señal a los miembros de mi unidad que sostenían el ariete, saltándome la maldita cadena de mando: cerré el puño y tiré de mi codo hacia abajo para indicarles  que derribasen la puerta. En ese instante, El Puerco volvió a cambiar el canal y el sonido del orgasmo de la actriz de la película porno puso la banda sonora al asalto. Rápidamente, los agentes, con sus chalecos antibalas, cascos y armados con sus fusiles, sobre los cuales habían montado las linternas para iluminar el habitáculo, entraron de dos en dos a la casa. En menos de diez segundos habían asegurado la habitación y se habían situado ocupando todos cada uno de los rincones del mismo. El objetivo: rodearlo. Los últimos en entrar fuimos el novato y yo.

La tétrica imagen del cadáver putrefacto de aquella mujer en avanzado estado de descomposición a los pies del sofá, camuflado entre basura, meadas y pilas de cajas vacías, mezclada con la del gordo sudoroso y peludo masturbándose en mitad del salón, hizo vomitar al pobre Héctor.

-           Me dio pena. Aquel fiambre dejaba entrever una mueca de horror que, sin duda, debió ser causada por el estupor al descubrir incrédula que su propio hijo le estaba arrebatando la vida. El ruido de la fauna cadavérica era ensordecedor. Me pareció lógico que aquel hombre fétido, nauseabundo, que ya apenas mantenía la inteligencia justa para cerrar la boca y que no se le cayese la baba, no digamos para limpiarse el culo después de cagar, hubiera podido convivir con ello y no volverse loco, aún más loco. Con un gesto a medio camino entre el placer y el miedo, el puerco se levantó tambaleándose del sillón con una enorme erección producida a medias por el recuerdo del asesinato y la película porno.  Miró al cadáver de su madre. —¡Mama ayúdame! —, gimoteó entre lo que parecía una vocal con tropezones. Se inclinó y agarró de un zarpazo el brazo más cercano del cuerpo de su madre para intentar levantarla y que ella resolviera, como siempre, aquel lio en el que se había metido.

—¡Túmbese en el suelo!—  Le grité apuntándole a las rodillas con mi pistola.

Tras el fallido primer intento de hacer reaccionar a su madre ya cadáver,  sujetó el cuerpo de ésta por los pelos, pero lo único que consiguió fue separar la cabeza del cuerpo, cosa bastante difícil,  debido al primario estado de descomposición en el que ese encontraba. Se trataba de un tipo fuerte, eso estaba muy claro. Verse con una cabeza  en la mano provocó un ataque de risa en aquel básico ser.

—¡Santo Dios!— Gritó Héctor.  Comenzaba a tener arcadas de nuevo.

La mujer de la película gemía sin control, el inspector jefe vomitaba y El Puerco no paraba de reír mientras avanzaba torpemente hacia él, cual zombi en The Walking Dead, con la cabeza de su madre entre las manos y una erección brutal entre las piernas.

—¡Tírese al suelo!— Volví a gritar. Pero el gordo cabrón no parecía escucharme.

Me ví obligado a realizar un disparo a su rodilla derecha cuando el asesino estaba a poco más de metro y medio de Héctor. Aquel puto gordo quedó en pié. No sabía qué coño pasaba, no sabía cómo reaccionar ante aquel dolor. Finalmente la pierna le falló y gordito acabó derrumbándose poco a poco, con la cabeza de la madre, sobre el novato.

—¡Quitadme esta mierda de encima!, ¡quitadme esta mierda de encima!—  gritaba despavorido ante la perspectiva de su trajecito nuevo estrenado de la manera más bizarra que se podría haber imaginado aquella mañana, antes de salir de su casita de niño pijo. Ya no me daba pena.

-          De nuevo, una risita nerviosa salió de entre las mellas de la boca de El Puerco.  Os mentiría si os dijera que no me pareció una escena cómica en un primer momento. Como novatada para el inspector impecable, no había estado nada mal. El problema es que se trataba de un hecho real y aquello me cortaba el rollo. A mi señal, los agentes se apresuraron a levantar lo del suelo, a arrestarlo y llevarlo a la comisaría. Nada de ambulancias. Nada de espectáculos. Los vecinos ya habían abierto sus puertas y hacían esfuerzos por ver lo que pasaba en el interior de la casa de El Puerco.

 

 

lunes, 28 de marzo de 2016

EL PUERCO. (Parte 1)




 
EL CASO DE “EL PUERCO”. PARTE I.
 “El Puerco”. Ese sería su sobrenombre para siempre. Y se lo había ganado a pulso él solito. Supongo que Pedro Hoyos, jefe de la brigada de homicidios a la que se había asignado el caso, un hombre robusto, de porte singular, más parecido a un vikingo que a un hombre medio, ya imaginaba a lo que tendría que enfrentarse cuando atravesara el umbral de aquella puerta. Había leído y releído la denuncia de desaparición que habían dejado en su mesa. Sus años de experiencia le gritaban por dentro que no sería un caso fácil.
Sobre el puerco, un ser repugnante donde los haya, recaían reiteradas órdenes de vigilancia y arrestos por trifulcas en la calle. Con aquel saco de mierda por cerebro no se sabía qué podría ocurrir, ni cómo iba a reaccionar. A veces se comportaba como una ameba. Otras, sacaba el gato salvaje que llevaba por dentro. Sería mejor llevar armas.

martes, 9 de febrero de 2016

MI PRECIADO UNICORNIO


 




¿A quién no le han dicho nunca aquello de: si eres bueno y te portas bien, papá Noel te traerá lo que pidas? Alentador, ¿verdad? Desde que tus padres enunciaban esa frase como parte de un contrato sagrado, te esforzabas mucho por ser el mejor en todo… Durante, al menos, ¡una semana! Claro, luego se te olvidaba y volvías a tus fechorías de siempre, lo que provocaba que tus padres dijeran aquello otro de: Papá Noel te está vigilando… Aunque eso sólo servía para que te pusieras las pilas de nuevo un par de semanas más. Al final, acababas haciendo lo mismo de siempre y Papá Noel, no sé si por aquello de no poder estar mirando las veinticuatro horas del día o qué, te dejaba todo lo que le habías pedido… Pues bien. Hay niños que cumplen su parte del contrato hasta el final, llevándolo hasta las últimas consecuencias, como Úrsula. Úrsula se lo tomó muy en serio… Lo que sucedió al final podría hacer replantearse a más de un papá y una mamá firmar tales contratos, sin añadir antes una cláusula trampa en letra pequeña.
Veréis, Úrsula era una niña rebelde e indómita desde que nació, tanto que, como resultado sus diabluras ya en sus primeros años de vida, su madre no había tenido más remedio que empezar a tomar unos horribles antidepresivos y pastillas para poder dormir. Papá lo llevaba algo mejor. Se había aficionado a descargar su ira talando algún árbol que otro, lo que dio lugar a que éste tomase como pasatiempo tallar figuras con la madera que de ellos extraía.
Con el paso de los años las fechorías de Úrsula habían ido creciendo en consistencia e intensidad,

lunes, 8 de febrero de 2016

PRESENTACIÓN



Cuando el demonio no tiene nada que hacer... Ya se sabe lo que pasa. Pues en eso estamos.

Una loca escritora e ilustradora que se junta con un loco escritor y... ¡Comienza la aventura! De repente se nos antoja interesante el experimento de unir a ambos sexos para escribir a cuatro manos.
El resultado, ya os lo hemos dicho. Nace "FUEGO LITERARIO".

Poco a poco, iremos subiendo el resultado de esta andanza que tocará temas de lo más variado.

¿Quieres unirte a la aventura? ¡ADELANTE!